viernes, 4 de septiembre de 2009

PERRO NEGRO

Noche.
Después de encuentro con personas de escuela primaria veinte años después, parto,

noche aún,
a la fiesta del griego.
Llego.
Calle poco transitada, luces amarillas.

Portón blanco madera vieja.
En vereda, aparece perro negro,

cachorro grande orejas paradas.
Me roza hocico en rodilla.
Me mira, fijo.
Me toma.
Acudo a compromiso ético.
Me dejo.
Ya estoy ahí.
Se abre puerta, entro en fiesta,

no conozco a nadie hablan varios idiomas o extraño castellano.
Balcón.
Perro mira, ojos fijos, desde abajo.

Busco cómplice, otro sensible.
Asoma chico pelado rasta que fuma y convida.
Observa. Ve. Mira al perro. Me mira.
Comentamos.
Ya está.
Tomado dos.
Tomados.
Salgo de mí:

-No conozco a nadie acá. ¿No hay alguien que tenga casa?
Pelado rasta parte.

Quedo.
Observo perro que mira, a mí.
Aúlla.
Luego: amigo de amigo,

llamado a teléfono en balcón tres de la mañana,
chica atiende,
dormida,
escucha,
parece querer perro.
Ella, chica con cosas sola. Peligro. Miedo. Ella.
Mientras, fumo. Circulo. Observo.
Perro negro se va,

sigue a chicas que salen caminan se van.
Creo fin de la escena.
Triste.
Luego,

vuelve auto con pelado rasta y amigo de amigo.
Encontraron y dejaron,

llevaron perro negro a chica sola en casa.
Ella se llama Tsunami.
Japonesa.
Cierro círculo lectura literatura japonesa.
Atrapada en ella,

soy escrita.

2 comentarios:

Xaj dijo...

Interesante,che. Los haiku siempre me rayaron la puerta, pero nunca pude jugarle a las caricias.

Saluditos.

Haiku dijo...

son roedores, sin plumas.
Y,
gracias Xaj!