sábado, 17 de julio de 2010

Besos casco amarillo (fragmento)

"Dos semanas atrás, fin de semana, me había despertado con la necesidad de “salir fea al mundo”, así nomás, esa necesidad. La abracé como a las buenas ideas y la llevé al extremo del jogging negro polar gris casco amarillo.
Día de frío, cara fría, manos con guantes, música por medio de cables blancos enroscados en casco amarillo. Hablo con amiga por cables blancos al tiempo que pedaleo –las acciones simultáneas siempre me han llenado de la sensación de personaje-de-comic-súper- poderosa- , quedamos que la paso a saludar, café librería zona Palermo Cool.
Al llegar, hago gesto de saludo con mano desde afuera, sostengo bici con la otra, me invitan a pasar, una manta de goma transparente divide adentro-afuera. Miro mi rodado, busco árbol caño símil, frunzo ceño, creo que mejor hablamos acá y me largo, no sea cosa que se roben mi caballo, moza observa mi tensión mequedo-mevoy, alarga brazo y ofrece gesto, podes entrar la bici.
Entro al bar, jogging negro polar gris y casco amarillo en mano, también mochila y bufanda, auriculares blancos cuelgan, me ahorcan con el casco, me paro sobre pie de señor sentado por ahí, disculpe señor, y golpeo entre sus muslos a otro, obeso. Otro perdón y ya no me queda más que levantar la vista y encarar a todas las mesas del bar que ante el ruido han rotado sus miradas hacia mí, sonrío , y digo en voz alta “hola a todos” mientras saludo con casco amarillo en mano, pero no soy Evita.
Logro apoyar bici en pared blanca, rueda entre piernas de señor obeso que no puede juntar sus rodillas, noto mi cuerpo húmedo de la transpiración que comienza a enfriarse, sube por el cuello de mi pulóver un calor envuelto en el perfume de la esencia que uso mezclado con el desodorante del día, siento que me gusta, aspiro de nuevo, sonrío, giro hacia mi derecha y levanto la vista, y se cruza mi mirada con la intensidad de otra, azul, fija, resaltada por la negrura de un gorro con visera que deja caer una sombra sutil que me ayuda a no encandilarme. Se detiene todo en esa mirada que dura segundos. Un lindo, de esos lindos estilo hollywood cara de malo tierno, un Jude Law con gorrito negro.
Vuelvo al bullicio de la sala, de la mesa, de mi amiga y sus amigos y la máquina de café. Somos cuatro sentados en esa mesa cuadrada chiquita. Quedo ubicada en el medio del bar, espalda hacia el pasillo de la sala por donde circulan muchos, entre ellos él, eldegorritanegra, que es parte de un equipo de personas que tienen máquinas de filmar, que graban una secuencia en mesa cercana. Todo sucede en el mismo lugar: la filmación, la mesa de cuatro amigos y las miradas, esa silenciosa escena paralela que sólo dos conocen.
Se termina el café, vamos saliendo, bueno, los espero afuera que tengo que sacar la bici, bueno dale. De nuevo los movimientos torpes junto a jogging negro polar gris casco amarillo, mochila y bufanda. Vereda. Vidriera del local. Y está él. Están esos ojos achinados color azul. Y de nuevo esa mirada que se congela, sin pestañear. “¿Qué están haciendo? ¿Están estudiando?”, dice, en lugar de “hola”. Le cuento breve, y pregunto yo, “¿Qué hacen? ¿Qué filman? ¿Cómo te llamas?”. “Milton”. Salen amigos, Milton sostiene mirada y saluda, me da un beso en la mejilla, suave, lento, “un gusto”.
De ahí, secuencia: amigos preguntan a los gritos “¿vas para tu casa?” digo que sí, saludos por segunda vez, ahora sólo de ojos, y me voy para la izquierda, llego a la esquina con dos de los cuatro que éramos en la mesa, me muerdo los labios, siento una ansiedad creciente en el cuerpo por una escena inconclusa abandonada escondida en mí, la comparto, saludo a mis amigos, realizo vuelta en U, siempre bicicleta en mano, paso de nuevo por la puerta del lugar. Jude Law congorrita no está más afuera, tiro los ojos por última vez al tiempo que camino lento paso por la puerta, encuentro brevísimo de las miradas, el gatillo está arrojado, ya puedo seguir.
Cruzo calle, doblo en esquina, sin girar la cabeza, sin mirar atrás. Y justo en ese momento, escucho voz a mi costado, sobre hombro derecho, “¿vos no te ibas para el otro lado?”, “sí, pero cambié de idea, no quiero ir para mi casa”, “¿por qué no querés ir para tu casa?”, “porque una vez que salgo no quiero volver”, y así continúa una secuencia de preguntas-respuestas que no encuentran sentido. Me invita a caminar, le digo que sí, unas cuadras después dice que en verdad debe regresar pronto, que dejó el trabajo por la mitad, que lo esperan.
Nos detenemos al costado de la vereda bajo un árbol que logra ensombrecer el farol luz amarrilla que ya reina por la ciudad “¿de casualidad tenés un teléfono? pregunta y le digo que “de casualidad sí” y se lo doy y no le pido ninguno y él me pide entonces “¿te puedo dar un beso?” y estamos aun con la mirada sin pestañear y le digo que “si” y nos besamos un rato nos abrazamos luego suave suficiente para sentir el cuerpo del otro.
Despegamos las bocas. Dice que ya es muy tarde, que seguiría caminando pero se tiene que ir, pregunta si estoy bien, se aleja, a los metros gira y me saluda con la mano, tosco masculino. Sostengo aun bicicleta y casco amarillo, aún el disfraz del día jogging negro polar gris, las ruedas ahora apoyan sobre la calle de adoquines. Acomodo cada una de mis partes y sigo viaje, una vez más la música".

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