martes, 15 de septiembre de 2009

Contingencia

Cae una manzana sobre la cabeza de Isaac,
sacude sus cavilaciones.

Otro Isaac, varios siglos después, es obligado a realizar la caminata de la muerte. Cuerpo barrido, numerado. Blanco y gris alrededor, y frío, y soledad, y espanto y muerte. Entregado a un vacío ya dispuesto, sólo escucha su propia respiración, y no piensa. Gritos en su idioma y en otro. Montañas de zapatos. Él elige, tal como le indican, de entre ellos algún par. Eligió un par correcto, por lo que sus pies, sólo sus pies; tibios, contenidos, le permiten continuar, la marcha hacia la muerte. Sin zapatos los pies se congelan, el cuerpo se detiene, la vida se hunde. Fui afortunado, piensa, cuando piensa, muchos años después.

En la vida pasan cosas.
Y cosas pasan.

Neil tenía cuatro años y la familia Armstrong tenía una casa con un extenso patio en alguna ciudad del estado de Ohio. Al niño, como a todo niño, le gustaba jugar a la pelota. Domingo. La pelota se aleja y llega a la ventana de sus vecinos, Tom y Sara, quienes en el momento en que la pelota volaba hacia su ventana se encontraban en medio de una escena íntima, envueltos en fluidos y gemidos. Neil sorprendido, no comprende. De pie, frente a la ventana, no oculta su deseo de saber. Tom, al verlo, grita: “Niño! Esto no debes verlo!”. Neil rezonga. Tom explota, con burla, en un grito: “Podrás el día que el hombre llegue a la luna!”.

Ve la estrella fugaz
cada vez que no mira.

1 comentario:

Xaj dijo...

Neil la mojó lindo. En el estudio de filmación o en el queso ruso de los astros.

Saluditos.