sábado, 5 de diciembre de 2009

poesíensayo


Quería matarme. Ni eso pude. O salir a matar. No me lo permití. El odio crecía dentro mío sin salida en humareda o voracidad. Sin encuentros extremos, sin riesgos, ni verdad. Toda la muerte dentro de mí. No sale ya el veneno, no contagio, mis manos panes blandos, no rompen vidrios, no arañan mis uñas, ni raspan, ni nada. Nada. Esta nada me come el cuerpo, me fagocita este equilibrio de naturaleza muerta. Este odio a la nada misma. No estoy libre, no soy más feliz, el amor me toca y qué, ¿qué toco yo del amor? Vómitos palabreros sin sustancia, vacío silencio murmullo oscuro de otro en mí, habitada torturada llanto vacío nada. No dejo espacio, lleno este blanco maldito de hoja caliente con brazos que me empujan la cabeza y qué dolor, esta cabeza duele, este cuerpo duele, esos ojos resinosos escondidos en mis parpadeos. Ningún lugar, puro vacío. El calor no se decide en esta ciudad húmeda humedecida no de sexo, el balcón con un pájaro que el gato atrapa aplasta y come y yo veo el asesinato sin llanto ni modulaciones, seres vivos o muertos qué importa, se comen unos a otros, quién vendrá por mí, no temo esta soledad que espera el diente que sacude las paredes de esta des-realidad, sacame de acá, no importa, sacame. Sí vos, desconocido, sí a vos te hablo, no sé quién sos pero podés tener poder sobre mí, vení dale, te lo doy, ves, qué fácil, es algo que te doy, ¿crees que te lo doy? ¿Crees que es dable este poder, este vació, esta nada que soy yo? Tomala nomás, agarra nada, agarrate de eso y tal vez seas feliz y lleves una correa vacía para pasear por los pasillos de tu laberinto y mires el cielo y pienses que ahí está la luna, y no sea más que reflejo inmundo de lamparita rancia de hotel barato de noche muerta de hastío eterno de sábanas abandonadas olorosas rotas. Pero vos andá, caminá contento, con el torso levantado, qué bien te ves te veo te ven. Pura mierda. Miles de pares de zapatos y vestidos rojos verdes violetas y maquillaje de colores y olores y cremas y esmaltes y platinados y caoba oscuro y nada te disfraza. Tenés cuerpo de mujer muerta en campo de concentración. Muerta desnuda. Muerta desnutrida. Muerta abandonada enajenada, muerta muerta. Ya nada te desviste y eso es lo que más te duele. No hay brazos peludos fornidos fortachones, no hay pecho que late, espalda que contiene. Quería matarme por miedo a no saber cuándo vendría. Ahora extiendo esta vida y ahora qué, pura jaula con rueditas a pasear por la gran avenida, hola señor, cómo le va a usted. ¿Y ahora qué? ¿Qué debo acontecer para marcar con oleos oscuros esta tela rala? Pollock de la vida, escupitajos agujerean los papeles escenográficos, remolinos de cuerpos que danzan vientos gritos alaridos, espanto, y carcajadas, en el fondo, las carcajadas sin nombre, sin boca, sin ojos, los ojos sueltos, labios gritan, se comen la vida, tocan sin dedos, mis libros vuelan golpean los techos se rompen en hojas secas, sola, estoy sola, todo huye, y yo no puedo ni matarme puedo. Me quedan las palabras, el castigo de ser habitada por cosas muertas que me viven en garganta seca. Y en esta nada río de basura, nos vemos y algún detalle nos parece lindo y eso nos conforma en este bosque seco, y nos miramos y las manos se tocan, y los cuerpo se queman se rozan. Pero el sueño es mucho más corto que la vida, y esta vida es sueño, sueño-pesadilla. No estoy ahí para vos, no estas ahí para mi, perdidos envueltos en papel film nos tocamos, no te encuentro, una cueva puerta de hierro, espero no quedar fuera otra vez, los jardines no son de la alegría, antesala del espanto casa vacía, no hay nada detrás de esta puerta, timbre aturde membranas tibias, acá descansan sólo piedras con nombres. No hay amor aquí. No hay sexo aquí. Las palomas se han llevado todo. Los grises envuelven la carne acostada sobre piso frío. Y este silencio… ¿por que no me hablas? Si las palabras curan, arman vida. Nombrame, sacame de acá, cómo tengo que pedirlo. Dame algo, lo que sea, algo que pueda sostener entre manos y creer que hay algo ahí, que lo sostengo entre manos, que son las mías, dame algo para tener manos. No puedo abrazar así. No puedo tocarme cada vez que me golpeo cuando caigo y caigo y caigo. Dame algo para detener esta catarata gemido tormento. No me creas sabia, ni bella, ni nada. No me creas. No esperes de mí, no me pidas. Sí, pedime. ¿Te lo puedo dar? Dame un gusto. Te doy. Y ahora ¿qué más? Te doy más. Y ahora qué más. Me hundo. Me asfixio. Te puedo dar más, te puedo dar todo, no puedo, no todo. Abrazame. Callame. Calla esta cabeza que habla sin mirarme a los ojos. Guillotiná mi ser, mi voz, quiero ser otra, ninguna otra, esa otra, no sé cuál. Quiero este blanco lleno lleno, este hueco ardiente, siempre hueco, este hueco grita, ¿no oís? ¿Y esos pájaros? ¿Ya llega el alba? No quiero luz, me encandila la vida, no niños, no bellas durmientes y no hadas madrinas. Basta de velos transparentes rosados celestes amarillo. Esta cuna no duerme a ningún niño. La niña se retuerce en escalas cantadas contrafrente, domingos verde musgo en mini espacios enrejados, cárcel de las palabras no sabidas, del exceso en la mirada, en la nada, en el amor. La niña siente a los otros, presente ahí, con la atención de todos ahí, huye por puerta trasera, nadie vigila a la niña que huye, nadie hay aquí. Y vos aún en silencio, aplastante nada masculina que es ausente por presente, vamos, que de la nada hacemos algo, jugá con este poco de plastilina y que sea un caballo que no trote, que solo galope y se eleve y sobre todas las cosas, que me crea cuando lo llamo.
Pst, vení.
Vamos.

No hay comentarios: