lunes, 31 de agosto de 2009

ABC

Agustina pensaba el amor no vale la pena mientras cerraba con llave la puerta de su casa, la Bolsa de Basura ubicada junto a ella vomitaba unas latas de atún y Carlos de cincuenta y cinco años preocupado por sus inversiones en un país oriental tropezó con violencia rompiéndose el pantalón de marca internacional en la parte trasera, lejos de ahí el Dengue hacía estragos. Estancias de campo repletas de señores de campo saboreaban cordero y escupían asados ajenos, pero Federico encerrado en el baño con las manos en su cuerpo no comprendía, con sus quince años. Gatos gatas y gatitos saltaban desde terrazas balcones y techos, en una libertad a veces doliente solitaria abandonada. Homero ya no escribía epopeyas ni largos viajes en busca de algún amor entre dioses y humanos que se comprendían a veces. India seguía siendo un país lejano para algunos y demasiado próximo como para salir de él para muchos otros, sin embargo esto no impedía que Julieta viviese su muerte eterna, su último trago, cuando Kilómetros hacía de las suyas junto con Tiempo, que como siempre se había adelantado y no estaba en su lugar. Linealidad se escurría, aplastada por una complejidad creciente, y la Lluvia que adornaba el escenario convertía todo en una triste sonata. Muchas Madres aún reclamaban la aparición de ellos, sus hijos, muertos vivos dejados abandonados desaparecidos, y junto a las madres un pueblo, muchos pueblos. Nadie ahogaba su llanto, o lo disimulaba, o lo negaba para que la vida continuara siendo como aquel Ñandú que el niño soñó que se comía y la niña se soñó comida por él, a los poderosos se les mueve la papada cuando tosenríen. Niños mueren. El Ombligo acaparaba toda su mirada su cabeza su ser, y sufría ahí, a falta de sufrir el mundo entero. Pero, siempre un ¡Pero! ¡Pero cómo no! ¡Pero claro que sí! Pero así no se avanza. Quería Resurgir. Quiero palabras nuevas, repetía Sofía. Una vez y otra vez y otra, dejaba de ser Una. Volaban pájaros de extraños colores, inalcanzables para ellos que estaban tan cerca de la tierra. Walter trabajaba con grupos humanos, con empleados humanos, pero sin derechos humanos. Un mono tocaba aquel Xilofón por TV mientras la audiencia lograba Una vez más no pensar en nada que no fuera su Ombligo. Y... las Zetas (zzz) aparecían de nuevo sobre nuestras cabezas por habernos quedado dormidos.

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