lunes, 17 de agosto de 2009

MOTOCHORROS

I
Miércoles. Veinte horas. Tarde de primavera. En la esquina, un bar. Voces mesas charlas, cada tanto, el suspiro mecánico de la máquina de café.
Me dispongo a escribir leer mirar.
Irrumpe motochorro y empuja la puerta: loco todos quietos vamos toda la guita ahora mismo que nadie se mueva de su lugar todo todo la plata los celulares en la mesa los relojes todo vamos la guita vamos no jodan loco que sino son boleta.
Estoy entre dos paredes bajas, parte del decorado, levanto la cabeza al tiempo que apoyo la tacita blanca con la lágrima: leche y una gota de café. Reclino mi cuerpo en la silla, mirada fija al escenario, movimientos lentos, circulares, tanteo algunos de mis objetos y los ubico entre las piernas pantalón jogging negro. Sutil, arrojo parte del dinero suelto en la mochila y saco a tiempo unos billetes arrugados que sostengo en mi mano que tiembla, por detrás motochorro andar tambaleante, camina por todo el bar, busca grita a-garra. Toma una mochila azul gris con cordones, espera hallar computadora o camión con caudales, encuentra nada, cae en desilusión-ira. Motochorro arroja mochila. Objetos desparramados vuelan. Permanezco fueradentro de la escena. Motochorro iracundo realiza su único movimiento ágil, salta sin envión y se sienta sobre el mostrador, bastante alto por cierto. Dale flaco dame toda la guita de la caja eso solo tenés no puede ser dame más dame dame dame. Chico de la caja/dueño del bar no tiene más para darle. Se lo dice, voz tranquila, mantiene su parsimonia, lo mira a los ojos sin invadir. Motochorro desconcertado, ya no queda mucho por hacer. Todavía no vino a buscar mi dinero. Debería llamarlo para que lo agarre, ahora llevatelo hijo de puta. Flotan las palabras pero me contengo, mientras mi mano se desliza hacia la lágrima que se enfría. Ahora dentrodentro de la escena, no corresponde mano en tacita tomar café aún. Guardo en cajones mentales.
Motochorro Dos golpea el vidrio desde afuera. Dale loco salí rajemos vámonos de acá qué seguís haciendo ahí adentro dale. Personaje secundario: Motochorro Dos. Por un instante, la desilusión de no haber entendido nada.

II

Joven Moza de Siempre elige mi mesa para sentarse y llorar. Le pido al Chico de la Caja/ dueño del bar un agua para ella, la chica que llora, que no soy yo.
Señor Gordo, sentado a mesa cercana, sonríe de costado. Cruzamos miradas, dice: qué tranquila estabas vos te miraba y qué tranquila estuviste. Pregunta si soy del “ambiente del teatro”, me ve cara conocida. Siento una sonrisa que no muestro y le digo que no, que alguna vez anduve por el mundo, pero no. ¿Se referirá a la actuación de recién?
Contenida aún por las bajas blancas paredes del decorado observo un rombo perfecto desde mi perspectiva. Vecina Causa Común se incorpora, nos habla a todos: esto no puede ser están arreglados con la policía si no decime vos cómo es que ninguno vino, eh, decime, cómo puede ser, si estuvieron acá tanto tiempo cómo nadie los vió. No no no dejame de joder. Y así, nos habla a todos, durante un rato. Cruzamos miradas cada tanto, asiento ante el show de la dama con movimientos de cabeza que terminan en la soledad del acto ya sin miradas, sin sentido.
Chico de la Caja sigue ahí, con la misma parsimonia de antes. Me intriga. ¿Él también habrá sentido ganas de llorar? Alto, robusto, rastatierno.
Creo ser parte de algo. Comentarios. Movimientos adentro del local, intercambios entre las mesas. Negaciones con labios apretados, qué barbaridad, esto no puede ser. Recuento de objetos. Quejas. Cuánto que perdí. Alivio. Menos mal que no vió mi sueldo, lo tenía acá justo cobré hoy. Floto en esa ficciónrealidad y decido retirarme antes de que caiga el telón, antes de que las luces bajen, antes de que la escena me eyecte. Un resto. Manos en los bolsillos saludo con los ojos y nuevo movimiento de cabeza. Se mantienen sonrisas de complicidad, comentarios breves y contundentes. Todavía estamos aquí. Pero ya empezamos a dejar de ser.
Cruzo el umbral. Salgo a la noche. En el barrio, preparación euforia compras varias de regreso al hogar. Me sumo a la actividad de la masa indeterminada. Sola y su alma, ¿eso qué es?
Farmacia cadena de nombre conocido. Luces blancas. Recorro góndolas, encuentro champú, lo agarro. Señor de la fila alto grande con hijo adolescente alto grande lleno de granos me pegunta con timidez: piba dónde encuentro la cera de depilar. Su vergüenza me llega, tengo dos caminos: la voz baja complicidad –oh i have a team again-, o la respuesta voz alta juego sola me como unas palomitas sentada en una gran sala de cine y lo veo a usted señor con su hijo lleno de granos en busca de la cera de depilar que su esposa le pidió sin jamás decirle que iba a ser tan complicado. Ni una ni otra. Sin hacer demasiado esfuerzo de señalización, tiro algunas coordenadas breves precisas espero ayuden, arréglese con eso, señor. Vuelvo la mirada hacia adelante, champú en mano pantalón jogging negro, sin esperar nada.
Señorita su turno. Cajera Joven hace lo suyo con los códigos de barra y eso, sonido de la máquina caja registradora tragamonedas me saca del estado volátil de la meditación-del-supermercado. Se ha ganado otro champú igual que este, señorita. ¿Sí? Qué bien. ¿Y esto por qué? Pero era así, y era por nada. Lo que la vida te saca por un lado te devuelve por otro, comento mientras pago. Cajera Joven levanta las cejas con mirada tierna, parece creer lo mismo que yo.
La noche sigue. En la calle pasan cosas. Pasan cosas. Cosas pasan.

2 comentarios:

perez dijo...

Me encantó este post.

Haiku dijo...

Muchas gracias Perez, yo le tengo cariño, también.