domingo, 7 de noviembre de 2010

Conejitos

Zoe viaja en bicicleta, frena en negocio pintado rojo ocre y compra dos conejitos de porcelana, pimentero y salero, ambos blancos, uno con amarillo el otro naranja. Conejitos envueltos en papel de diario y plástico con burbujas de aire que los protegen de una caída. Zoe ubica conejitos en estante de cocina, junto a especias frascos y tubitos, colores y aromas y conejitos descansan a la vista en cocina celeste. Un día llega él, como otros días. Zoe cocina, prepara agarra sacude, le habla, lo mira, él sentado en banquito gris. Ella colores aromas y conejitos. Emoción del agasajo, busca pote, mueve objetos, conejito amarillo y blanco cae al piso, se rompe. Ruido. Pedazos. Blanco amarillo, gris. Zoe, profunda tristeza, lo mira a él, que tierno le ofrece ir por el conejito que se ha roto, traerlo de regreso, en sólo unos días. Ella sonríe mientras observa conejito naranja, triste como ella. Una semana pasa y el conejito amarillo no regresa en manos de él. Una semana pasa y él tampoco regresa. Zoe entra en su cocina cada vez y mira al conejito naranja solo, presión en el pecho de la imagen que la nombra. Una semana pasa y Zoe monta de nuevo bicicleta, sábado por la tarde, cae Ra como la semana, como Dios terminando lo que inició. En ese medio que no es la tierra de los otros, se eleva hasta infinito punto rojo en busca de un regalo. Encuentra ahí una serie de parejas de conejitos, blancos amarillo naranja. “¿Puedo llevar sólo uno, el amarillo?”. Le dicen que sí. Otra vez conejito envuelto en papel de diario plástico burbujas de aire, conejito blanco amarillo en el estante, los conejitos se miran, ya no hay tristeza en ellos, ni en Zoe, que entra a su cocina y saluda, con guardianes de colores, alquimia con la natura, preámbulo amoroso; escribir.

No hay comentarios: